
El dinamismo en los paisajes impresionistas de Torres Narváez
En la galería de arte Benedito de Málaga 1985
Y hasta el día 30 de Octubre-, expone sus cuadros el artista Salvador Torres Narváez, en la citada Galería.
Una nueva colección de paisajes que ofrece al público conocedor y admirador de la obra de Torres Narváez la oportunidad de captar con énfasis y entusiasmo cuanto éste, que ya hemos definido como continuador de maestros malagueños de la pintura, ofrece al atento visitante de su obra.
Unos paisajes, en cierto modo, estudiados para evitar la mayor carga expositiva a la luz -como en esa inédita panorámica de la Plaza de la Merced- dan cuenta de una nueva percepción de los cambios constantes de luz, capaces de renovar constantemente el mundo físico, aquel precisamente que es el objeto formal de la pintura de Torres Narváez, que se sublima cuando se pone en contacto con los grandes espacios abiertos porque entonces lo que el artista pinta viene a ser una llamada hacia el infinito.
Como ocurre en sus nocturnos, en sus marinas, en las que el mar presta esta cualidad y hace la aportación necesaria el artista que lo retrata para que el símbolo le valga para evadirse en cierto modo de lo figurativo; o para aunar ambas posibilidades en un cuadro que es realista, copiado del natural, hecho en abundancia de materiales y una cromatización adecuada y , al mismo tiempo, ese cuadro ha adquirido un carácter simbolista.
Sus extremos se proyectan al infinito, gracias a ese mar que con tanta ciencia ha llevado a sus cuadros y así tenemos la síntesis de los valores formales y abstractos, lo que en Torres Narváez puede tener el significado de que estamos a la espera de un posible gran cambio que lleve su pintura a estadios muy diferentes de estos que les conocemos, en los que técnica, cromatización, masa y disposición son los aliados que refrendan su perfección de artista.

Un paisajista atento al oficio de ser pintor
Que gana en esta exposición en derrama de la coloración, en planeamiento de temas, porque Torres Narváez -por ese constante aprendizaje al que se somete en su trabajo- ha llegado ya sin mayores dificultades a superar y dominar todas las asignaturas que lleva aparejadas la creación artística.
Se vislumbran cambios, por la personalidad inquieta del Artista
Lo que ocurre es que estos apuntes simbolistas indican, de un lado, que ha dado un nuevo paso más en el dominio de esas técnicas; de otro lado, que ya no es suficiente para el artista con lo hecho y necesita satisfacer su vocación con otros experimentos. Pero ya llegará, en su momento, la ocasión de asistir a esa otra posible -aunque no inevitable- etapa del artista.

De momento, Salvador Torres Narváez
Hace paisajes como el que construye el entorno que rodea su visión, con la oferta al “lector” de su avance de pigmentación y peso de la figura a distribuir por el lienzo. Una pintura sólida, con contornos nítidos hacen su obra fácilmente comprensible, amena y pintoresca, cuando que describe el valor de lo auténticamente local. Hay por tanto, en su forma de hacer, proyección y futuro como para que no necesite esas transmigraciones estéticas, a las que, sin embargo, le podía tentar la capacidad de hacer -y de componer mágicamente- en cuanto ha sido capaz de descubrir en algunos de sus cuadros infinitudes soterradas.
Es, claro está, una demostración de la calidad de su pintura: lo dicho, uno de los más sólidos valores de los actuales maestros del arte realista, figurativo. Pinta lo que ve, pero lo recubre con un respeto al entorno y a la articulación del movimiento, de forma que Torres Narváez, definitivamente, practica una dinámica del paisaje, de otra forma dicha, una virtualidad de la pintura.
Artículo del periódico «El Sur» 1985.
José Mayorga, Crítico de Arte.